Desde que se conoció el primer caso de coronavirus en Chile, el 3 de marzo, la pandemia se ha extendido con fuerza sobre todo por Europa y Estados Unidos, mientras que los asiáticos, con políticas más estrictas han controlado su expansión. Por su parte, China pronto levantará la cuarentena total en todas sus provincias. Lo anterior confirma que la emergencia pasará y quedará pendiente la reflexión sobre las lecciones que dejará esta experiencia.

Como en toda crisis, esta del coronavirus Covid-19, tiene y tendrá efectos positivos y negativos. Aunque hasta ahora lo que más se ha resaltado por parte de los gobiernos es el recuento de contagios y muertos, pronto deberemos profundizar también en sus otros impactos.

No podemos olvidar que la emergencia en nuestro país, surgió en medio de una gran movilización social y un profundo cuestionamiento al sistema político y económico. La actual pandemia demostró que nada cambió después de 18 de octubre del año pasado, y que sigue siendo urgente contar con una nueva Constitución que otorgue derechos fundamentales a ciudadanos y ciudadanas.

Como no está resguardado el derecho a la salud en Chile, las decisiones sanitarias tomadas por el Ejecutivo en este periodo han estado regidas por lo económico: ahorrar en la entrega de elementos de protección personal a los equipos de salud exponiéndolos al contagio; controlar el número de testeos del virus, no practicándose de forma masiva ni gratuita; contratar el Espacio Riesco a un costo millonario para habilitarlo como hospital básico, pudiendo haber obtenido ese u otro recinto de manera gratuita.

 

El lado oscuro del modelo económico

En Francia, donde el movimiento de los chalecos amarillos desnudó las falencias del modelo capitalista a fines del 2018, su presidente Emannuel Macron destacó recientemente la importancia de la salud pública gratuita, “lo que ya ha revelado esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones de ingresos, de profesión, nuestro estado del bienestar, no son costes o cargas, sino bienes preciosos… y este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado.”

Consciente del momento histórico, Macron precisó que pronto habría tiempo para sacar lecciones y “cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día”. Coherente, anunció medidas económicas que benefician directamente a la población, como el pago de los créditos bancarios; suspender la cancelación de tarifas de agua y luz y paralizar las reformas laborales iniciadas en 2019. Su objetivo es que “ningún francés quede sin recursos”.

Es la respuesta seria de una nación ante la grave crisis sanitaria, social y económica que afecta a sus habitantes, y que demuestra -una vez más- que la acumulación ilimitada, el consumismo y la reducción del Estado no pueden continuar.

Por supuesto, no ocurre lo mismo en todos los países. Ante la inevitable recesión mundial que se avecina, Estados Unidos optó por lanzar el paquete económico más grande de su historia -dos billones de dólares- para paliar la actual crisis, pero esos millonarios recursos no conllevarán cambios al sistema.

Por lo pronto, también ha surgido un impacto inesperado de la pandemia: el ecosistema se ha beneficiado por un menor consumo de petróleo, carbón y electricidad reduciéndose las emisiones de contaminantes a la atmósfera. El dato anecdótico ha estado marcado por el retorno de los peces a los canales de Venecia, pero el trasfondo demuestra que es posible producir y consumir menos.

Cuando la curva de casos comience a bajar, sería deseable que la Humanidad tome en cuenta lo que ha señalado el filósofo Slavoj Zizek, sobre que esta pandemia muestra la necesidad de un cambio radical. “Quizás otro virus… se propague y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”.