El médico Enrique Barilari Davies siempre estuvo muy comprometido con la comunidad y con la atención primaria.  Se involucra en el trabajo gremial  precisamente porque entiende que  es una forma de aportar a la reconstitución del tejido social dañado en dictadura. Como segundo presidente de la organización antecesora de Confusam, cumple un rol imprescindible en la construcción del Estatuto bajo la convicción de que la salud primaria debe mantener y profundizar el espíritu Alma Ata.  

Enrique se formó como médico en Suiza, “país donde la salud es un derecho y el sector público es un referente universal, mientras que el privado es de segunda categoría”, decía.  Vuelve a  nuestro  país, y tras integrarse a la atención primaria en Calera de Tango, es despedido por no participar de un acarreo por el Sí a Pinochet.

A principios de los años noventa -junto con el inicio de la democracia-, se integra al consultorio Quinta Bella de Conchalí y eso lo marcará toda su vida. El centro había surgido de la movilización popular por el derecho a la salud. Ese vínculo lo hará comprender en la práctica que “los equipos de salud se deben a la comunidad”.

Lo cala hondo el enorme desamparo de la salud municipal y la demanda insatisfecha de la población, canalizada muchas veces como descontento hacia el equipo de salud.  Observa que existe un potencial de recomponer la relación con las organizaciones vivas y trata de impulsarlo.

Encabezando la Coordinadora

En ese proceso ingresará al mundo gremial y a dirigir la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Atención Primaria Municipalizada, antecesora de Confusam. No era su prioridad, pero lo consideró necesario.  Buscaba  “convencer al actor comunitario de que el sistema público era el campo de reconstitución del tejido maltratado de la sociedad. Porque el sistema de salud permitía entender que somos uno. Que si solidarizas con un campamento complicado por una inundación, eso se te devuelve con una mejor salud en general”.

Preside la Coordinadora durante periodos  entre los años 1991 y 1992, ya que por enfermedad debe dejar el cargo pero se mantiene en la directiva. Enrique Barilari  encabezará el primer paro de  la salud municipalizada en septiembre de 1991 exigiendo participar en la elaboración del Estatuto. También liderará la movilización de julio de 1992, oponiéndose al  proyecto que ingresa el Gobierno al Parlamento, “entregando condiciones paupérrimas, no reconocía nuestra petición de dignificarnos mediante un sueldo justo, tampoco nos permitía hacer más equidad en las comunas”.

Finalmente, bajo el mandato de Esteban Maturana  se aprueba el Estatuto a fines de 1994. Su entrada en vigencia significará una transformación total en las condiciones laborales y salariales de la atención primaria. Barilari dará cuenta  de ese tremendo impacto reflexionando que “el Estatuto dio identidad a la atención primaria,  renovando su tradición de los años  50-60 con el Sistema Nacional de Salud. Pudimos armonizar la visión de los trabajadores, gestando un horizonte colectivo de equipos de salud. Además, el per cápita consolida el enfoque de salud en base a la población aunque no es lo óptimo,  pero es una población adscrita”.

Recalca que se logró mantener una lógica pública, aunque débil, un discurso de la  estrategia de Alma Ata, la inserción de la medicina familiar y el modelo territorial.

Foto portadilla: de izquierda a derecha, Enrique Barilari, Aída Díaz, Juan Soto y Carmen Aránguiz, dirigentes/as de la Coordinadora en 1992