DANIEL RIQUELME, ABOGADO UNIÓN PORTUARIA DE CHILE

“APROBAR TIENE QUE VER CON CERRAR LAS PUERTAS A LA CONSTITUCIÓN DEL 80´”

-¿Qué es la voluntad constituyente?

-Toda crisis política está acompañada de una voluntad constituyente. En Chile, en todos los procesos de quebrantamiento de la institucionalidad ha habido voluntad constituyente, lo que no ha habido es su canalización. Es decir, todas las constituciones se han fraguado en condiciones autoritarias o en dictaduras militares y, por lo tanto, la voluntad constituyente fue suplantada por la de las oligarquías que gobernaban al país en ese momento.

-¿Este concepto de que el poder constituyente reside en el pueblo es real o solo una frase bonita?

-Es una expresión que adhiere a las ideas de la Revolución Francesa, de que el pueblo es el depositario final de la soberanía. Pero en Chile, por el legado de la Colonia, tenemos un fuerte presidencialismo, donde la voluntad popular queda en un segundo lugar.

-Pero, ¿es un derecho?

-La idea de que la soberanía reside en el pueblo, es la proclamación de libertad de los seres humanos para dotarse de normas por las que quieren vivir, no de que alguien se las imponga. La política moderna está garantizada por ese ejercicio de que la voluntad popular prime. Eso es en teoría, en la práctica es condicionada por factores como la situación de las fuerzas políticas, la voluntad del pueblo o las condiciones macroeconómicas.

-¿Qué diferencia existe entre una Asamblea Constituyente y una Convención Constituyente?

-La posibilidad de hacer una nueva Constitución -aun con estas limitaciones-, es una apertura, si será un avance dependerá del resultado. La diferencia es que el poder constituyente que se construirá tiene limitaciones de antemano como el quórum de los dos tercios o aquellas sobre los tratados internacionales. Estas limitan que el poder se ejerza de manera plena.

Una Asamblea Constituyente que expresa un poder constituyente originario debe ser plenamente potenciaria para poder regularse y asegurar condiciones democráticas en su resultado. Por eso es una apertura, pero no asegura un resultado. No hay ningún mecanismo que lo asegure, la Asamblea Constituyente tampoco lo hace de antemano, pero genera condiciones más igualitarias.

-¿Qué proyectas que ocurrirá durante este proceso?

-Una de las grandes falencias tiene que ver con que las organizaciones sociales, sindicales y populares puedan competir por un escaño en la Constituyente. Esto quedó nuevamente supeditado a la voluntad de los partidos políticos y, si bien, está la posibilidad de inscribir candidaturas independientes, competir con la maquinaria electoral partidaria es complejo y termina distorsionando la legitimidad de origen. Este proceso no nació de los partidos políticos sino de la gente que se movilizó en la calle, y la limitación a priori del sistema político generará un escenario de tensión permanente. También se producirán otros debates que quedaron mínimamente contemplados en el Acuerdo por la Paz y en la reforma constitucional posterior. Por ejemplo, ¿Qué pasará cuando no haya acuerdo de dos tercios?, ¿Qué pasará si eso se le delega al Congreso y este negocia con su dos por ciento de aprobación?, ¿Dónde está su legitimidad? Ahí, se abre una puerta que puede instalar una coyuntura que son los plebiscitos dirimentes. Es decir, que cuando no haya materia de acuerdo de los dos tercios, sea la ciudadanía la que decida.

El debate será entre una constitución de mínimos como quiere la derecha; es decir una constitución que asegure las mínimas cuestiones y el resto quede normado por la Constitución del 80´ o entregado a la ley, o una constitución autocontenida que asegure la mayor cantidad de derechos y la mayor cantidad de limitaciones a la arbitrariedad del poder.

-¿Volver a regirnos por la Constitución del 80´ en los temas sin acuerdo es solo una idea?

-Como no quedó amarrado, dependerá de la correlación de fuerzas. El acuerdo es tan deficiente técnicamente que dejó esa puerta abierta.

-¿Llamarías a votar pese a las restricciones que tiene el proceso?

-Uno de los grandes triunfos ideológicos de la dictadura fue separar lo político de lo social como si fuesen esferas desconectadas. El 26 de abril es una expresión de que están profundamente conectadas porque un proceso constituyente sin movilización social, está condenado a ser una Constitución de mínimos. Si bien este proceso tiene muchas limitaciones a priori, hay que presionarlo para que sea lo más cercano a lo que quiere la calle. Mi llamado es a votar para aprobar, porque tiene que ver con cerrar las puertas a que la Constitución del 80’ nos siga gobernando.