En Chile a poco de emerger como nación independiente, ya se realizan actividades sanitarias territoriales, aunque estas no se efectúan impulsadas por el Estado ni de manera orgánica, es el germen de lo que más de un siglo después se denominará: atención primaria.
Hasta bien entrado el siglo XX, el Estado chileno no asumirá responsabilidades de atender a sus habitantes en centros de salud. Si bien daba algunos aportes económicos, son las Juntas de Beneficencia -entidades integradas por ciudadanos filántropos y congregaciones religiosas- las que manejan los recintos sanitarios, al igual que en el periodo colonial.
En contraposición a la caridad y a la visión piadosa que impregna en ese tiempo la entrega de atención sanitaria, grupos de trabajadores y trabajadoras adoptan también formas de autocuidado comunitario. Desde 1840 surgen agrupaciones para protegerse ante accidentes, enfermedades o la muerte. Operan territorialmente y constituyen, además, espacios de educación, son las sociedades de socorro mutuo.
Durante décadas el país mantendrá altas tasas de mortalidad infantil y condiciones de vida inhumanas para la mayoría de su población. Tal como recogerá a fines de la década de los 30´, Salvador Allende, ministro de Salubridad del Gobierno de Pedro Aguirre, Cerda, en su libro La Realidad Médico-Social Chilena, morían más niños en los barrios obreros que en los sectores más pudientes, agregando que : “La mortinatalidad nuestra equivale al 50,5% de los nacidos vivos.”
Inspirado en “el angustioso panorama demográfico y sanitario del país”, Allende presentará un proyecto de ley para unificar los servicios asistenciales y también para abordar la previsión social. Este dormirá en el Congreso una década, antes de ser aprobado y dar origen al Servicio Nacional de Salud y al Servicio de Seguridad Social en 1952. Así, se dará cuerpo a uno de los grandes anhelos al controlar la atomización que había caracterizado a la práctica sanitaria en el país.
En 1978, por su parte, se realiza la Conferencia de Alma Ata (Kazajistan) convocada por la OMS y OPS, definiendo una ruta en salud a nivel mundial. En esta se releva el rol central de la atención primaria; la importancia de un equipo interdisciplinario; la vinculación y trabajo con la comunidad y el territorio; la integración coordinada con otros sectores y la promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, como aspectos centrales de su acción. Aunque de ese encuentro poco se supo en el país, bajo dictadura militar, una vez llegada la democracia comienza a impulsarse ese enfoque desde los inicios de los 2000.
Actualmente, son cerca de cien mil personas quienes laboran en nuestra APS, siendo reconocida como la puerta de entrada al sistema público de salud. Desde 2008 se reconoce en Chile, el 6 de septiembre como el Día de la Atención Primaria en conmemoración al encuentro de Alma Ata.
En la reciente celebración, la ministra de salud, Ximena Aguilera, señaló que: “Sin atención primaria no se puede lograr acceso y cobertura universal, y lo que queremos avanzar en este Gobierno es que ese acceso y cobertura sea universal y comience desde la atención primaria”. Por su parte, la presidenta de Confusam, Gabriela Flores, destacó: “somos los territoriales los que estamos en el barrio ayudando a la población más desvalida y nuestro compromiso es que vamos a seguir defendiendo la salud pública de este país.”