El 11 de octubre se aprobó finalmente el TPP11 y, con ello, en apariencia quedó listo este convenio internacional para su promulgación. Sin embargo, falta por ratificar acuerdos bilaterales, lo que atrasaría -al menos- por un tiempo su puesta en marcha.
Después de cuatro años de dormitar en un cajón, luego de su aprobación por la Cámara de Diputados, el TPP11 fue resucitado a fines de septiembre y votado por el Senado. Esto, a pesar de que Chile ya cuenta con 32 tratados de libre comercio, donde se incluyen todos los países involucrados en este acuerdo.
Quienes defienden el convenio resaltan que permite exportar sin aranceles más de 3.000 “líneas arancelarias” y que generará importantes ingresos. Claro que obvian que atenta contra nuestra soberanía económica y otorga a las trasnacionales derecho a demandar a los Estados en instancias arbitrales internacionales. Lo anterior, incluye que sus expectativas económicas no se cumplan o que se restrinjan sus ganancias por alguna decisión del país.
El TPP dificulta cualquier cambio de política económica o cambio regulatorio por parte del Estados, porque si hay empresas o trasnacionales que se consideren afectadas tiene derecho a compensación. Por ejemplo, hubiesen sido impensables los retiros del 10 por ciento, porque los propietarios de las AFP hubiesen reclamado.
Lo que debería venir ahora es que el Presidente Gabriel Boric haga el depósito final del documento pero este no será inmediato. El Subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada, afirmó que no se hará hasta que todos los países del tratado entreguen sus cartas bilaterales o side letters. Estas son acuerdos entre países sobre ciertos ajustes al tratado general.
Pérdida de soberanía
“Chile es el país de Las Américas que más tratados tiene. Y al TPP11 se le llama progresivo, porque consolida los principios que ya están detrás de todos los otros tratados”, aclara el vicepresidente de Confusam, Esteban Maturana.
Profundiza, añadiendo que si bien el mayor argumento para defenderlo, es que facilita el tránsito de mercancías; de capital y trabajo y genera políticas arancelarias, lo que en el fondo busca es “favorecer a las grandes corporaciones trasnacionales”.
Enfatiza que detrás de este acuerdo ni siquiera están los países sino las grandes corporaciones farmacéuticas, alimentarias, químicas, de la gran minería y tecnológicas, entre otras. Y su objetivo es “es forzar a los países a firmar para obtener mejores condiciones”.
Ejemplifica con uno de los efectos de los TLC, como son las patentes farmaceúticas. Actualmente, dice, Chile es uno de los países con mayor gasto de bolsillo y no puede producir medicamentos genéricos porque los acuerdos que ha firmado lo obligan a respetar las patentes.
Indica Esteban que cuando alguien invierte lo hace con una expectativa de utilidades y si estas no se cumplen, el TPP11 permite “llevar a Chile a un tribunal internacional y tener que indemnizar a un inversionista”.
Concluye que ya la pandemia nos demostró los costos de haber terminado con nuestro modelo de industrialización, habiendo tenido que pagar vacunas a precios estratosféricos. Recuerda que hasta la dictadura, el país producía vacunas y medicamentos, pero la imposición del neoliberalismo sustentado en el extractivismo, terminó con ese desarrollo: “y los gobiernos no han tenido interés por buscar fórmulas para avanzar hacia un modelo de industrialización. Y con este nuevo TLC las posibilidades se ven absolutamente limitadas”.